–¿Y tú para qué quieres uno de mis rayos?
–Para privar de la vida a un tal Eros que me usurpa en su patria.
–No puedo darte ningún rayo; pero ten, Cupido caro a mi corazón, estas flechas de oro y plomo, son menos peligrosas. Y regresa cuando hayas cumplido tu cometido, para curarte de una vez esos ojos.
Parece que Cupido nunca volvió...
ResponderEliminarMe encantan los guiños a la mitología en los relatos.
Un saludete
Menuda arma le dio al Cupidito.
ResponderEliminarMuy bueno
Y la flecha llego directa al micro.
ResponderEliminarQue peligro, jajaja
ResponderEliminarAhora entiendo eso de que el amor es ciego.
ResponderEliminarUn saludo!
Genial!
ResponderEliminarMuchas gracias a todos por sus comentarios,
ResponderEliminarsaludos
Esa mitología siempre entra bien, Baizabal. En tu línea.
ResponderEliminarMuchas gracias Víctor, tus micros estuvieron muy buenos
ResponderEliminar