FINAL Y PRINCIPIO
12 de octubre… en el año del Señor
Yo, Cristóbal, comandante de esta nave, agradezco al Señor del Universo por permitirnos arribar sanos y salvos a éste mundo nuevo.
Después de semanas de encierro, de soportar tormentas distintas a las conocidas, de comprobar como el horizonte se nos hacia esquivo y de sufrir la pérdida de los seres amados, hemos sentido sobre la cara, la fresca brisa hace tiempo olvidada.
Pensando en lo que hemos perdido, prometo ante todos los libros sagrados que me fueron entregados en custodia, hacer de este planeta, extraño y solitario, con un cielo rojo y sin luna que ver por las noches, un lugar para vivir en paz y en armonía.
Qué así sea….
©Rosa Mionis
LLUEVE
Llovía tras la ventana. Desde hacía cuatro días, las gotas de agua repiqueteaban contra el cristal creando un monótono murmullo de fondo.
Esta melodía incesante sólo se veía alterada por los truenos que constituían el clímax sonoro, las notas doradas del pentagrama.
Ella caminaba descalza de un lado a otro sin nada que hacer. Estaba cómoda, recluida entre las cuatro paredes que recogían 32 metros cuadrados de libertad contenida. Se sentía protegida por su caja de cartón, sabiendo que afuera, el cielo rugía como reclamando su regreso a la realidad.
Cuando se cansaba de deambular por salón, cocina, baño y dormitorio, se sentaba en la butaca frente al balcón y desde ahí observaba a los pocos valientes que esquivaban charcos y que agarraban sus paraguas intentando evitar que el viento se los llevara de un soplido.
Ellos, los que correteaban escondidos en capuchas, nunca serían felices encerrados en la seguridad de su hermetismo. Ellos, los que se atrevían a respirar aire mojado, nunca apreciarían el placer de pasear descalzos por encima de su propia soledad.
©Paloma Campomanes-http://suenademasiadobien.blogspot.com/
PUNTO CRUZ
Creyeron haberla visto serpenteando por el río, pero no les importó.
–Va a pasar de largo, hacia el otro pueblo –se dijeron confiados. Llenaron sus cantimploras, y siguieron con sus quehaceres.
Al otro día, las ronchas los cubrían. Tampoco les dieron importancia.
–No van a durar –aseguraron, y omitieron llamar al médico.
Al día siguiente, el cementerio era un bordado de cruces.
–Es mi punto favorito –se dijo la muerte– si a ellos no les importa, ¿por qué pasar de largo?
Guardó el costurero bajo su capa, y partió con rumbo incierto.
© Mariángeles Abelli Bonardi
TRES DE LA TARDE
Se despertó desnuda entre sábanas revueltas. El rimel corrido y reseco pegado a sus pestañas hacía que le escocieran los ojos enrojecidos; y la luz en la habitación no era más que un pitido chirriante.
Se incorporó sujetando con una mano su propia cabeza como si ésta, en algún momento, fuese a desprenderse de su cuerpo y a rodar por el parqué entre montones de ropa desperdigada. Pisó, al levantarse, una cajetilla de tabaco arrugada de la que sacó un cigarro aplastado que en seguida se llevó a los labios. Lo encendió junto a la ventana. La abrió para dejar ir el olor a alcohol, a sexo, a desilusión, a venganza, a furia y a insatisfacción. El humo azul se escapaba al mismo ritmo que sus sentimientos y, sólo cuando apagó la colilla en el alfeizar, regresó a la cama para averiguar a quién pertenecía la espalda arañada que dormía en su colchón.
©Paloma Campomanes-http://suenademasiadobien.blogspot.com/
GALIMEO SABE LO QUE BUSCA
Galimeo Giménez toma aire, levanta la cabeza, empuña sus armas y entra. Una “Ballester” en la mano derecha, en la izquierda una 22 “Smith”. Con ella golpea al guardia del banco. – Nadie se mueva que quemo a la vieja – vocifera amenazando una anciana sentada a pocos metros. El silencio se regó de pronto por todo el recinto. – Ya sabés lo que tenés que hacer – le dice a la cajera. Galimeo sabe lo que busca, y no es dinero. Sus ojos escrutan la multitud, solo se escucha algún sollozo. Parece que acá no la encuentro, piensa. Toma la bolsa y se dirige con paso firme a la salida. Alcanza a distinguir uniformes azules afuera. No se detiene cuando la “Ballester” descarga metal sobre el pecho del policía que cruza su paso. La respuesta no se hace esperar, un escopetazo y brasas que desgarran su carne. En un charco de sangre, Galimeo encuentra.
©LUIS HÉCTOR GERBALDO-www.canastadeletras.blogspot.com
Para Luis Héctor: Cosa terrible, la que Galimeo estaba buscado. Muy buen microrrelato, Luis, me gustó mucho. Un beso, Mariángeles
ResponderEliminarpara mariangeles,muy bueno, me encanto punto cruz.un beso,y exito
ResponderEliminarMuy interesante tu relato, Rosa. Me cautivó la prosa que no se vio defraudada al final. Giro inesperado de mucha elegancia. Sugiere con visos de ciencia ficción la teoría del eterno retorno.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu micro,
PABLO GONZ
Ya te comenté este micro, Paloma. Destaco de nuevo una frase que se me quedó grabada. "nunca apreciarían el placer de caminar descalzos por encima de su propia soledad". Esto es MUY bonito.
ResponderEliminarUn abrazo,
PABLO GONZ