Nozoni paseaba como todos los días por el jardín. Eran las once de una mañana triste. Con sus manos unidas tras la espalda y la cara levantada al cielo, aspiró el aroma de los crisantemos y de la tierra mojada.
Caminó hasta el estanque y se sentó en un banco cerca del agua. En sus labios germinó una sonrisa.
En aquel mismo momento, se abrió un claro entre las nubes. El B-29 abrió sus tripas y liberó al Hombre Gordo.
Nozoni la vio caer y sus ojos negros se fundieron con el sol naciente.
Enigmático el gordo y el crepusculo. Esta ole.
ResponderEliminarVivía en un haiku, muy bonito!!!
ResponderEliminarMuy bonito, delicadísimo.
ResponderEliminarTriste recordatorio de lo que fue con Iroshima la mayor masacre de vidas civiles de la historia. Y a manos de los defensores de la libertad.
ResponderEliminarTriste muy triste, pero bellamente escrito.
ResponderEliminarUn saludo
Sí, vivía en un haiku ¡Tremendo haiku! Muy buen microrrelato, Federico, me gustó mucho. Mariángeles
ResponderEliminarEste micro ya te lo comenté en tu blog. Me parece excelente. Prosa muy cuidada. Contenido de gran interés.
ResponderEliminarUn abrazo,
PABLO GONZ