Doy por terminado el relato, lo imprimo y subo a la azotea para leerlo con calma. Demasiado largo. Rompo las hojas en ciento de pedazos minúsculos y los lanzo por encima de mi cabeza aprovechando una ráfaga de viento. La mayoría de ellos se pierde edificio abajo; los otros pedacitos, sin embargo, planean por el aire durante horas hasta que caen, ordenados por el azar, en este texto que acabas de leer.
domingo, 20 de junio de 2010
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Me andaba acercando al final. Quedó muy bien, Víctor, como siempre.
ResponderEliminarOh, qué sorpresa.
ResponderEliminarBonito juego.
ResponderEliminarLo innecesario siempre se lo acaba llevando el aire... ;P
ResponderEliminarUn abrazo de vendaval
Muy bueno maestro.
ResponderEliminarEstá claro que su destino estaba escrito.
ResponderEliminarA veces el azar escribe por nosotros. Cuando lo hace, lo llamamos musas.
ResponderEliminarComo lo leí después del del secuestro, pensé que encontraría al final un interjuego entre ambos. Eso no invalida el buen final que tiene.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho este micro, involucra abiertamente al lector. Un beso.
ResponderEliminarQué gran escritor es el azar!
ResponderEliminarun saludo
Me gusta esa magia de papeles rotos, de los que nace otro texto.
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