domingo, 20 de junio de 2010

PERFECCIONISTA

Tenía la ilusión de ser el mejor domador jamás conocido. Sus fieras, sometido el instinto a la autoridad del látigo, eran capaces de alinearse ordenadamente, de encaramarse en estrechos taburetes, de atravesar aros de fuego y ejecutar complicados pasos al compás de la música. Pero él sólo se sintió satisfecho el día en que, tras una amenaza de huelga, las sentó a negociar y consiguió que firmaran un convenio que detallaba las horas y condiciones de trabajo y estipulaba un periodo anual de vacaciones. Por fin había conseguido la domesticación total. 

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