domingo, 20 de junio de 2010

OLOR A LEJIA

Limpié el cuchillo una y otra vez sin embargo, no lograba verlo limpio. Llegué a creer que era producto de algún reflejo a mi espalda, di media vuelta pero no ví ningún color parecido. Probé con el ácido clorhídrico del desatascador en gel: si era capaz de desincrustar la inmundicia más pertinaz, podría corroer la causa de mi problema. Olía a lejía y el hambre que me azuzaba poco antes desapareció por completo. Siempre me ocurre. Desde niño. Si al volver de clase encontraba a mi madre fregando el suelo, desaparecían las ganas de comer. Lentamente, la mancha se fue diluyendo junto al brillo del filo. Qué se le iba hacer...

Soy muy organizado y no me gusta pasar de una tarea a otra sin haber acabado la primera... Ahora tenía que deshacerme del cuerpo.

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