A nosotros no es que nos inquieten mucho esas miradas que nos siguen por la casa cuando estamos solos. Al fin y al cabo a algunos ya los conocimos cuando vivían. Ahí está la abuela, por ejemplo, que cuando pasamos por ciertas zonas de la casa nos mira con esa cara de vinagre que tuvo siempre. Hay algunos más siniestros, eso sí, como Doña Blasa, que vivió aquí hace muchos años y que la mayor parte del tiempo está en ese rincón con la ropa tan extraña que llevaban entonces. No, no es que nos asuste eso. Ni el pensar que alguna vez anduvieron por estos mismos cuartos de la misma forma que ahora lo hacemos nosotros. Lo que en realidad nos turba es que alguna vez seamos nosotros mismos los que ocupemos esos espacios enmarcados de las estanterías y que, entonces, sean otros los que vengan a mirarnos con esta inquietud en las entrañas.
domingo, 20 de junio de 2010
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A mi sí me provocaba una sensación extraña sentirme visto por los cuadros cuando era niño jejej
ResponderEliminarLos de fantasmas siempre presentes. Nos inquieta que nos observen. Escalofrio
ResponderEliminarEl recuerdo para estar sin ya estar...
ResponderEliminarVale niñocactus me impactan tu espinas.
ResponderEliminarLas miradas silenciosas son las más extrañas.
ResponderEliminarAlberto, el suspense que has creado en este microcuadro es digno de ser mirado con vivos, que como tus palabras nos trasladan a esa casa de habitantes fantasmales de la mano de una genial narración.
ResponderEliminarUn saludo!
Cuadros y fotos de personas ya difuntas dan yuyu. Y más, en tono sepia.
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